Desde el nacimiento de la educación pública en México y la consolidación del Sistema Educativo Mexicano (SEM), se ha establecido un marco regulatorio que ha orientado, desde las metodologías de la enseñanza, pasando por contenidos y materiales, hasta la construcción de escuelas homogéneas para todas las comunidades y ciudades del país. La vista de una escuela en la Sierra de Chihuahua a otra en alguna comunidad maya de Mérida es matizada solo por lo que la gente ha hecho para apropiarse de la escuela.
Así mismo, la organización, la gestión y la administración escolar son iguales para la parte directiva, mientras que para los docentes la dosificación de su formación privilegia el tratamiento de un currículo nacional por encima de la adaptación a las realidades del México contemporáneo. Esta insistencia en sostener un sistema educativo con estas características solo puede entenderse por el hecho de que la base en la que se diseñó el SEM es un racismo disfrazado bajo las palabras de modernización y la construcción utópica de una identidad nacional.
Mientras que el Estado Mexicano ha ido consolidando su sistema educativo, las personas han ido adaptando la escuela a sus propias condiciones, es decir, la fuerza de los contextos influye decisivamente para que en las escuelas se trabajen contenidos y con materiales mayormente significativos para niñas niños y adolescentes, han sido docentes y personas comunes las que han incitado las mejores prácticas y han mejorado la atención educativa para que niñas, niños y adolescentes devengan en mejores personas para sus sociedades.
No hay duda de que la política educativa que promueven “las autoridades tomadoras de decisiones” incita a que las escuelas se muevan, sin embargo, es notorio que no se mueven hacia los objetivos de dicha política. Tanto directivos, docentes, madres, padres, estudiantes han generado espacios inmensos para el desarrollo, pero también de conflictos cotidianos que se resuelven en la escuela con los acuerdos a los que llegan las comunidades educativas.
Este espacio es privilegiado para fomentar ejercicios democráticos pero además para escuchar voces distintas y diversas, que en México son todas las ciudades, todas las comunidades, todas las escuelas. No existe en México una condición de homogeneidad social, ni siquiera en las élites que solo envían a sus hijos a escuelas particulares, es por ello que aún en esos contextos ¿cómo sería para cualquier persona ejercer su derecho a la educación desde una perspectiva incluyente, intercultural y democrática?
La respuesta una vez más se encuentra, no en el diseño de una política innovadora, o de una nueva reforma educativa, sino en el reconocimiento de la autonomía escolar profunda, se trata de pensar en nuevos modelos educativos diversos, nuevos contenidos, nuevas lógicas de hacer escuela y procurarla, desde todas las sociedades, ello trata desde saber cuál es la escuela que necesitamos y queremos, no la escuela ideal que busca construirse desde la política, sino partir de la realidad y los problemas comunes a los que nos enfrentamos en los centros escolares.
Ello debe partir de evidenciar el proceso de que la educación no es resultado de la escolarización sino de relaciones, afectos, proximidades, desapegos, de conflictos y alegrías. Se trataría de empujar la determinación de cualquier persona a aprender cualquier cosa que se ponga como objetivo, rompiendo la actual lógica de privilegiar la enseñanza como históricamente se ha construido la identidad de las escuelas. Se va a la escuela para que alguien enseñe lo que todo mundo debe saber.
Como la mayor parte de los avances en este país, se han visto empujados por las poblaciones más pequeñas, por las personas más vulneradas, en la historia de este país profundamente racista y colonialista, es en la lógica educativa que han construido los pueblos indígenas en la que el Sistema Educativo Nacional puede fincar sus nuevas bases.
Se trata de facilitar la adquisición de habilidades para aprender, que todas y todos tengamos esa necesidad de saber siempre nuevas cosas y que las podemos aprender por medio de numerosas herramientas, no solo a través de los profesionales educativos, sino a través de la experiencia misma, no solo privilegiar la lectura de libros, sino también a dejar de discriminar a la población que no lee, porque no es su forma de aprender.
Es necesario hacer un alto total en los engranes del SEM y reconocer que hay cosas que no funcionan, ser humildes y sencillamente evidenciar que la educación por mayores recursos que se le doten no está orientada hacía mejorar las condiciones de vida de las personas más vulneradas, que tampoco la educación actualmente privilegia el ejercicio de los derechos humanos y se enfoca a desarrollar actividades para hacer las personas competentes y no ser mejores personas.
Sería mucho análisis a cerca de por qué es necesario dotar de mayores posibilidades a las comunidades indígenas y a todas las comunidades educativas para que hagan los cambios desde sus propias realidades, asumir la responsabilidad de que el derecho a la educación no solo se trata de ir a la escuela sino que se trata de hacer la escuela en base a nuestras capacidades, virtudes y defectos.
Desatar los nudos intrincados en que la burocracia nos sostiene y anteponer los interés de las niñas, niños y adolescentes, si queremos podemos quedarnos en los datos duros, en las cifras, en los contenidos que se deben aprender y no se aprenden, pero fijemos la mirada más allá y poder contar con planteamientos que en los contexto pluriculturales se puedan hacer escuelas que hagan felices a niñas, niños y adolescentes.
Sin duda, hay que insistir que la educación tiene un origen diferente a la escuela, significa más de lo que se dice, que es un hecho social. La educación es el aprendizaje compartido, libre y autónomo de las personas, siempre mediada por un determinado contexto y por el pensamiento colectivo y es el medio de producción-reproducción y perpetuación de conocimientos y saberes útiles para la subsistencia humana.
Dicha libertad de aprendizaje se observa claramente en los contenidos aprendidos en el sistema comunitario de educación. Cómo entonces hacer posible que la escuela no destruya o contamine procesos educativos que continúan siendo autónomos. Es decir que no dependen de la sola institución escolar sino de la comunidad en su conjunto.
La institución escolar es claramente un medio por el cual se reproducen esquemas colonialistas, para enseñar lo que profesionales y especialistas determinan como lo válido, menoscabando los conocimientos que se generan mediante una práctica educativa cotidiana. La escuela actual no ha generado las condiciones mínimas para superar problemáticas como la injusticia, la aculturación, la pérdida de valores comunitarios, la enajenación, la falta de información, la perdida de lenguas y manifestaciones culturales.
El caso del pueblo Xuani o Ixcateco es quizás uno de los más emblemáticos, donde la orientación de la escuela rural se recuerda cruentamente. Mario Molina (2010:48-49) recoge el sentir de los ancianos de la comunidad:
[…]los ancianos recuerdan a diferentes maestros rurales, entre ellos a un tal Julio Aragón, como el más acérrimo enemigo de la lengua ixcateca. Él y otros, según dicen, prohibieron que se siguiera hablando. Hacían reuniones generales exclusivamente para tratar el tema del “dialecto”, obligaban al comité de educación y a la autoridad municipal a sancionar a los padres de familia que no se sujetaban a tal decisión. Los maestros rurales utilizaron diversos castigos. “En una esquina del salón regaban maíz y frijol, allí ponían de rodillas a los niños que sorprendían hablando idioma. Encarcelaban y multaban a los padres de los niños que desobedecían y los llamaban burros”.
La labor del comité de educación consistía en vigilar, hasta en los caminos vecinales, quiénes platicaban “en idioma”. La autoridad municipal no tuvo opción, también se le sancionaba si no contribuía al cambio. Era reportada a la inspección escolar y a la cabecera de distrito. En el hogar, en las casas, poco a poco, los padres de familia fueron marginando la lengua, sacándola del último rincón, hasta que la vieron como enemigo a vencer. Para justificar por qué los niños ixcatecos no aprendían y presentaban un alto índice de reprobación, los maestros culpaban a la lengua y a las costumbres.
Hoy, el ixcateco ha sido considerada una lengua prácticamente extinta y si bien no se puede culpar a la escuela directamente si tiene una importancia relevante en dicha pérdida pues la escuela, ha significado un proceso ambiguo que introdujo una execrable creencia dentro de los propios indios, que la escuela es sine qua non para “superarse” en la vida, pues hemos sido designados como “subdesarrollados” porque la carencia y la teoría de la escases de la economía manipula nuestra percepción que asumimos como pueblos originarios.
Al respecto el Congreso Nacional de Educación Indígena e Intercultural explica que:
El impulso de las políticas educativos para pueblos indígenas siempre ha sido de manera subordinante, homogénea, compensatoria tal vez porque es más fácil atenderlos así que atender a la diversidad social, cultural y lingüística, pero cultivando mejor así el caldo a la discriminación escolar que tanto daño le hace a las niñas, los niños y la población indígena.
Homogenizar la lengua, cultura material e intelectual, a forma de pensar, imaginar y de sentir, es una arbitrariedad cultural y académica que conduce al camino de epistemicidio cultural y lingüístico de los grupos sociales en el planeta (CNEII, 2011).
La ciencia ha significado, en muchos casos la insistencia del desarrollo, aún ante la negativa de sociedades comunales, ya que la ciencia y sus expertos decidirán cómo deben criarse, educarse y entretenerse; lo que deben consumir, es decir que el desarrollo no es un proceso controlado por la gente, sino un proceso impuesto. Ajeno a la lógica comunitaria e instrumentada lejos de nuestras acepciones y concepciones del mundo, es ahí donde se genera el conflicto con el modelo de desarrollo que la escuela fomenta.
Es por ello que se propone crear las condiciones y mecanismos para que:
- Cada comunidad educativa defina los contenidos curriculares, materiales y recursos con los que debe trabar las escuelas para cada realidad diferenciada, con un límite que sea común a todos pero con el reconocimiento de lo que nos hace distintos.
- Los recursos económicos para la educación deben ser asignados directamente a los pueblos y comunidades indígenas, en su caso, pero también se debe privilegiar la asignación para los problemas comunes, es increíble observar cómo se puede desatar un conflicto mayúsculo en una escuela por falta de materiales para el aseo o para el docente, de ahí las cuotas escolares ilegales pero muy necesarias.
La escuela puede y debe estar en manos de las comunidades que verán su utilidad de acuerdo a sus necesidades, demandas y aspiraciones de una vida digna y justa con pleno respeto a sus capacidades, concepciones y acepciones del mundo y de su vida.