Anegados en la niebla,
saxofones carnaválicos
van sembrando de metálicos
relámpagos la tiniebla.
La noche mixe se puebla
de vértigo, ya la fiesta
dobla su ritual apuesta
de aciertos equivocados,
y en el viento están grabados
los contornos de la orquesta.

Entre la multitud veo
cómo haciéndoles cariños
se abre paso entre los niños
la maestra de solfeo.
No hace caso al cuchicheo
que levanta su andamiaje:
ojos de lejano viaje
y en el izquierdo chamorro,
como un gran me vale gorro,
lleva un enorme tatuaje.

Cierto es que no le pagan,
como a los otros maestros.
Cierto es que son siniestros
los gorilas que rezagan
sus labores, mas no apagan
con trabas sus convicciones:
claras determinaciones
de seguir aullando luz
y empapar de son y blues
a nuevas generaciones.

Está repleta la cancha
de comida y bailadores,
navegando entre licores
y neblina la ebria lancha.
El horizonte se ensancha,
se tiñe el cielo de malva.
Y así entregando a mansalva
sus consejos afanados
a músicos desvelados
es feliz la maestra Alba.

Ayutla, Oaxaca, 2018

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