Por mujeres Moojkkaaky
¿Por que dicen que estoy enferma?, yo estoy muy bien. Ustedes son las que están enfermas.
Esa voz nos ha dado de que pensar. No nos habíamos detenido a pensar en eso, a considerarlo seriamente, y puede ser que sí sea verdad.
Viendo a nuestro alrededor, caminando y escuchando, escudriñando la vida, comenzamos a percibir que poco a poco estamos actuando solos en una comunidad que suele ser solidaria y que esa solidaridad cada vez se difumina, se evapora, solo quedan algunos rastros, resquicios, algunos espacios, algunos momentos.
Todo pasa tan rápido, muchos corren, se apresuran, se atragantan, se mal duermen. Cada uno consume lo que puede, lo que alcanza, porque la vida le viene rápida, dando tantas vueltas. Empezamos a experimentamos como mareos, de lo que vemos, sentimos y vivimos.
Nos resuena cada vez mas fuerte la pregunta, ¿Y si en verdad somas las que estamos enfermas?, ¿por qué no habría de serlo?
…
Empezaba a poner en cuestión mi formación, mi ser, mi estar en la comunidad. No sabia que hacer con lo que había estudiado, me pesaban en mi ser los rastros de mi abuela, de su caminar en las veredas con la leña después de la milpa. Me pesaba que mi comunidad no podía aceptar que una estudiada pudiera trabajar con quienes no habían podido estudiar. Sentía que se me venía el mundo que consideraba parte de mi, pero que cada vez estaba ausente en mi.
Esa voz, ese eco se hacia más nítida a mis oídos a mi corazón. “¿Por qué dicen que estoy enferma?, yo estoy muy bien. Ustedes son las que están enfermas”.
¿Un abrazo?, es lo que mas quisiera.
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No estamos inventando de la nada. Los abuelos estuvieron aquí comiendo maíz, es lo que nos enseñaron. A sentir la tierra toda con nuestros cuerpos. A sembrar, a cuidar, a criar, y a recrear nuestras cosechas.
Cuando íbamos al campo, a la milpa, al trabajadero, a cuidar las vacas, nos alistábamos nuestros totopos, porque la tortilla se enfría y se vuelve cueruda. Muchas veces no nos alcanzaba lo que llevábamos, y nos la arreglábamos escarbando en sembradillos de papas o algunas hierbas que allí crecen.
Así nos fuimos enseñando, a veces bajo la lluvia o bajo el sol, a veces con un café calientito en casa, cuando estaba el abuelo.
En la vida se sufre, cada uno en sus circunstancias, no es fácil vivir, crecer, se atraviesan varias emociones, pero de eso la vida va dejando huellas en ti, una va aprendiendo a construirse en ese ajetreo.
Ya dediqué muchos años a cuidar mis vacas, no dejo de sembrar, aunque no sea grande la extensión, ya me dispuse a descansar en casa, pero siento que me estoy enfermando de hacer nada. Mi vida tiene sentido en el trabajo, en el hacer, el estar en movimiento, en sentirme acompañada de otras personas.
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Crecimos comiendo hiervas, lo que la tierra provee: guías, quelites, hongos, frutos del campo y silvestres.
La cocina es un espacio en el que me siento parte importante. No había peltres como hoy, había ollas de barro, para el frijol, el café, el atole, el nixtamal, el machacado, y así, todo era más natural. Aprendí a moler en el metate, a ras de piso, a tostar el chile, el cacao, el maíz, las pepitas, en fin, a preparar la tortilla, preparar mis propios alimentos, porque eso es la base de la vida, de la sostenibilidad.
Pienso que la comida natural fue el motivo por que a las abuelas y abuelos tenían larga vida. Se tomaban su amarillo de hojas de aguacatillo, asaban sus ajos, sus chiles y mucha tortilla de maíz, que ellos mismos producían. Ahora sabemos que mucho de lo que ellos comían es generoso para el bienestar de nuestro cuerpo y la salud. Pero por alguna razón, hemos cambiado nuestras formas de alimentación. Poco a poco se nos fue olvidando comer de lo natural y cada vez recurrimos a la comida rápida, fácil como los embutidos, las chatarras.
Ahora vemos como esta el mundo, con enfermedades que nos generan miedo, porque no confiamos en nuestros cuerpos ni en el de los demás. Necesitamos sanarnos, entre todas.
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La sobrina me dijo que tenia la idea de trabajar con el maíz. Algo que nos conecte con nuestro tronco, con nuestra raíz. Hacer tostadas de maíz propio, maíz sano, no solo para el cuerpo sino para el alma. Y yo digo hay que hacerlo. Lo que yo veo, es algo recto, bonito, pensar la comida, pensar nuestros alimentos, es algo nuestro, lo que comemos, lo que vinieron a comer los abuelos, lo que nos enseñaron.
Ella me preguntó, ¿Estás dispuesta a trabajar?, yo le dije que si, porque soy persona.
Así es como nos integramos con la cuñada, por eso así estamos trabajando.
Es un trabajo propio, un proyecto propio. Nosotras mismas debemos tener compromiso, si realmente queremos trabajar.
Nos sentimos dispuestas. Así es como estamos trabajando. No es un proyecto fácil.
No estamos coloreando el maíz, todo es natural, de las propias plantas.
Así es como nos damos trabajo, nos quitamos la modorra, porque nos podemos enfermar si nos quedamos sentadas en un solo lugar.
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Moojkkaaky es venir hacer lo que hemos hecho siempre en casa, en familia, no es algo que vamos a aprender en otro lado. Es un espacio de encuentro, un buen proyecto.
El tiempo que estamos aquí, son momentos de intercambios, de contarnos cosas que no pensábamos que contaríamos, de abrazarnos y apapacharnos. No es solo venir a hacer tostadas, es aprender a vivir juntas, con nuestras tristezas, alegrías, miedos, enfermedades, preocupaciones, aspiraciones, en fin, somos nosotras haciendo lo que nos da vida, lo que nos sana de la individualidad y el egoísmo.
Es un espacio con tiempos pausados, sin premuras, sin agobios. No queremos unas tostadas mal hechas, mal logradas, sino tostadas que tengan cuerpo, esencia, encanto, que enamore. Y eso se logra con mucha pasión, dedicación y entrega lenta e íntegra.
Preparamos alimentos con memoria. Un trabajo para pensarse, reflexionarse, para el quehacer que cada uno tiene con la sociedad. Moojkkaaky, no es una comida rápida, no es para vivir de prisa, es una tostada con historia, porque nuestro maíz viene de la milpa, y ella no la hace una sola persona, es un trabajo físico, espiritual, de creencia, hacer, pensar y decir. A la milpa se le ofrenda, se le venera, por la milpa somos y por la milpa hablamos, porque de allí comemos. Por eso le dedicamos el tiempo necesario para que resulte en algo agradable al corazón.
Queremos que moojkkaaky sea cada vez un espacio para descubrirnos. Mucho hemos aprendido de como se comportan las plantas, los camotes, los frutos, las semillas. También hemos vuelto a conectarnos con nuestras herramientas. Cuando el metate se hace parte de nuestro cuerpo, se siente el cuerpo de las semillas, su aroma, su textura, como se entrega a ti lentamente y como eso se vuelve parte de ti.
Nos estamos atreviendo a hacer cosas que no hemos ensayado. Comenzamos coloreando nuestras tostadas con diferentes plantas; experimentamos los condimentos para darle sabor y consistencia, probamos varios tipos de tostados, hasta que descubrimos y reinventamos una manera de tostar aprovechando el calor del humo. Aprendimos cuando hay que licuar algo, y cuando hay que pasarlo al molino o en el metate.
A pesar de que hemos estado la mayor parte de nuestra vida en la preparación de alimentos, se nos había olvidado esta capacidad de sorprendernos y de buscar cada vez otras maneras de hacer las cosas. De probar diversas posibilidades con un mismo ingrediente, o mezclado con otros diferentes, y creo que nos estamos redescubriendo, eso nos da muchas alegrías y nos avienta a seguir imaginando y volando libremente.
La cocina es un universo que hay que descubrir día a día, es inacabable. Hay cosas que vamos descubriendo desde el quehacer y otras que vamos aprendiendo por los intercambios.
Iniciamos el proyecto pensando que iba a ser algo local. Irónicamente ha sido complicado encontrar personas que reconozca el trabajo y la esencia de nuestras tostadas. Más fácil a sido encontrar espacios como exposiciones, ferias e invitaciones a eventos.
Eso nos ha hecho redimensionar nuestro trabajo. Desde la envoltura y el modo de transportar los paquetes, hasta como comunicar lo que nosotras hacemos y como lo hacemos.
Nuestro interés no solo se centra en vender nuestros productos, de echo no podríamos vender a grandes cantidades, porque no queremos enfermarnos de eso; nos ocupa como compartir lo que hacemos y porque lo hacemos. Como hablar no solo del maíz, porque no se puede entender sola sino como parte de la milpa. Que se sostiene desde las raíces, el tallo, las hojas, las espigas. Y que no solo es para el alimento humano, sino también para la tierra, las plantas y los animales. La milpa además de que nos da de comer es un ser vivo.
Eso es lo que no queremos redimensionar, reavivar, de donde somos y de donde venimos, mas allá de solo ver, tocar o saboreas una tostada.
Por eso combinamos nuestro maíz con las plantas, los frutos, los tallos y las semillas. Porque queremos crear y criar un ser que se integra, se conecta y se interrelaciona con los demás, que tenga vida propia y que vaya construyendo su propia historia.
Tampoco pensábamos encontrar espacios universitarios. Pero hoy ha llegado ese tiempo. Nos han invitado a dar clases a estudiantes de gastronomía de la UABJO. Lo mas enriquecedor sería que hubieran venido a la casa, a hacer lo que hacemos, a estar con nosotras. Pero en estos tiempos no se ha podido, así que tuvimos que aprender a relacionarnos con los medios tecnológicos.
Estar frente a la cámara, ha sido un reto, hablarle a alguien que no sabemos exactamente quienes son, es una extraña sensación. No podríamos hablar una hora frente a la cámara. Así que decidimos preparar el machacado, y sobre el proceso ir explicando que se hace y porque se hace. Queremos comunicar el cuerpo no la imagen de las tostadas. Queremos comunicar algo vivo, algo real. No vamos a dar una clase, porque no queremos que sean personas que solo piensen en líneas de productos, sino en personas con historia y con identidad, para que sus alimentos sean para sanar, para vivir, para compartir.
Moojkkaaky ha sido un largo proceso de aprendizaje para nosotras. Una insignia para conocernos y reconocernos desde nuestras propias memorias.
Es una capsula del tiempo para preservar ese sabor, olor y energía que no perdura, que es temporal en la milpa, en la tierra.
Cada mordida es para compartir el sentir de las mujeres, disfrutar el tiempo, el amor, la dedicación que ofrecen y comparten con todos y todas.
Queremos seguir sanando nuestras almas, nuestros cuerpos, nuestras vidas. Queremos seguir siendo Moojkkaaky.