Por Félix Reyes

El maestro Antonio Tomás Vargas Gris. Fotografía de Laureano Reyes Gómez
Al que se le debe tanto y no hay manera de agradecérselo, porque al saludarlo no hay palabras, sólo agrado. ¿Cómo es posible que habite tanta seriedad en un hombre, ese del alma que destila bellas composiciones musicales, cuyo un corazón late bombeando confeti de colores, menú de sabores, voces de clarines y trompetas, sea quien en su soledad escriba las mas hermosas melodías que hace vibrar sonoramente a toda la "descendencia mixe"? Escucho mil veces sus composiciones, (en especial ese son istmeño llamado “Alotepecana”) Y mil veces me convierto en jaguar que desciende, cadenciosamente, de las más altas cumbres con nubes en las patas; cántaro que muerde el torrente bravío, que antes de ser vendaval es gota de lluvia despeñándose allá de la montaña de la Mujer Dormida camino a las altas cumbres del Zempoaltepetl, desparramarse al bajo mixe; Destello de relámpago sus letras sobre el pentagrama donde las y los Mixes danzamos con pasos de arriero, haciendo descender al viento de sus más altas cumbres a fuetazos, arrastrando a nuestro paso cantos y murmullos propios de la montaña. Ritmos mixes, pues. Sus composiciones son brisa cálida en abril, fiesta en mayo arcoíris en agosto, Luna llena en octubre, calorcito en invierno. Caballo brioso desbocándose, como la niebla, entre peñascos y llanuras así nuestra sangre cabalga bajo la piel cuando la banda filarmónica interpreta "descendencia mixe", una de las hermosas melodías del maestro Tomás. Jesús "Chu" Rasgado, con pulmones inflados de vientos de estos cerros enseñó a descifrar mejor el solfeo que a zancadas venían tocando nuestros abuelos; Juan Crisóstomo Zaragoza, la pasión y la disciplina, y el Maestro Tomás ha trampeado con cinco rayas, como atarraya, al anaatuu y al xëëkopk, al cielo y a la tierra, al susurro y a los trinos y lo ofrece humildemente a todos las y los mixes cual manojo de flores agradeciendo su resistencia por seguir hablando su lengua haciendo sus fiestas, seguir siendo gente del lenguaje florido. Seriedad, pocas palabras de un hombre que vive pasivamente en este mundo, es quien sacude rítmicamente las emociones de una juventud impulsiva. Añoranza de los viejos tiempos, esperanza en los nuevos, el Maestro Tomás garabatea la historia sobre el pentagrama. Con “ritmos mixes” nos desgajamos presurosos de nuestras montañas y quemamos con nuestros pasos encinales y ocotales nos perdemos entre montes y valles. “Rústico”, su vibrante y magistarl obertura es una caricia de Tyosteety Nteetyäjtën (Dios nuestro padre) echa música que toca nuestras almas. Yo he visto al Maestro Tomás, machete al hombro, caminar pensativamente por estos campos tal y así como nos revolotean las mariposas y las libélulas, al maestro así lo persiguen las tonalidades musicales, y en cada gota de rocío, en cada “trino de jilgueros”, compone una bonita melodía. Son cientas sus composiciones, como cientos son los días es por eso que decimos que el maestro Tomás garabatea nuestro destino sobre los hilos del pentagrama. Yo he visto al Maestro Tomás arañar la tierra allá en su parcela de café, como si enterrara esquejes de notas musicales, como si cada brote de milpita, frijolito o cafeto, fuera un hijo más a quien educar en la música. Lo he visto caminar despacio, acompasado, por estas calles como si temiera despertar un gran estruendo acústico (De por sí este lugar está lleno de voces y ecos, de pájaros y nubes, de gotas de lluvia, de muchas formas de llover). Cuando habla lo hace cuidando su boca, puede escapársele alguna nota que reserva para un nuevo son. Y le falla el saludo de vez en cuando al alzar la mano, pues pareciera estar dirigiendo una gran orquesta filarmónica. Me ha hecho llorar de emoción y nostalgia en esta distancia, cuando escucho “Sones a Condoy” pienso en mi pueblo y entonces me veo caminando sus estrechas y desaliñadas calles, veo a mi madre, con esa sonrisa única esperándome en la puerta de la casa. No hay discursos ni proclamas políticas que convoquen y arrastren a la juventud con tanto entusiasmo. Ni ha habido en mi pueblo mayor influencia que el trabajo del Maestro Tomás, garante de nuestra cultura. Sabedor que su nombre retumba junto a los grandes maestros músicos mixes, Tomás Vargas Gris se refugia en la voz de los intrumentos. Porque un grande entre los grandes No agudiza el timbre de su voz para elogiarse Sino que con notas musicales agradece por todas nosotras y todos nosotros Lo que “konijkx poop nääxwiiny”, la sagrada faz blanca y pura de la madre tierra, nos colma cada mañana de calor y lluvia, de vida e ilusiones. Con componer una sola de sus tantas melodías bastaría para dar por cumplida su misión en esta tierra, pero no, el maestro rejuvenece al escribir su diario en cuaderno pautado y su legado cultural es incosteable. ¡Es uno de los hombres imponentes en esta sierra! Al menos en este pueblo, hasta el más desgraciado de los hombres y mujeres tiene la esperanza de que algún día, en su funeral, la banda filarmónica municipal interpretará una bella composición del gran Maestro Tomás. ¡Una diana para el maestro! ¡Larga vida al responsable de nuestras alegrías! ¡Larga vida al Maestro Tomás Vargas Gris!