Texto del músico Benjamín Kumantuk Xuxpë

Benjamín Kumantuk Xuxpë, fotografía tomada de sus redes sociales.
La música es un lenguaje universal
en cuanto se decodifica.
¿Sin esa interacción,
seguirá siendo lenguaje universal o
únicamente somos melómanos?
Comparto, desde mi ser ayuujk, experiencias y aprendizajes adquiridos durante mi práctica y ejecución musical, por lo que, quizá, este breve texto tendría que llamarse: Migración y música desde la identidad mixe.
Nací el 31 de marzo de 1978 en una comunidad llamada Xaamkëjxp (Santa María Tlahuitoltepec Mixe), de la nación ayuujk, en el estado de Oaxaca, México. Soy portador de una identidad indígena, lengua, saberes y cultura originaria.
Fuera de nuestra comunidad nos llaman mixes, pero nosotros nos autonombramos ayuujk jää’y. Este concepto se construye a partir de tres vocablos: a o ääw que en español es boca/lengua/idioma; yuujk que significa bosque o zona montañosa; y jää’y que es persona o gente, entonces, ayuujk jää’y quiere decir: la gente de la lengua del bosque.
La nación ayuujk o la región mixe se ubica al noroeste del estado de Oaxaca y cerca de Veracruz. Tiene un total de 19 municipios más otras comunidades que siendo de la región pertenecen a municipios y Distritos no mixes. Se divide en tres zonas climáticas: alta o fría, con altitudes superiores a los 3000 metros sobre el nivel del mar; media o templada, con alturas de 1300 a 1800 m s. n. m.; y baja o caliente, que se localiza desde los 35 hasta los 1000 m s. n. m.
El terreno es accidentado y se pueden encontrar diversos microclimas en un espacio geográfico reducido.
Ser un músico ayuujk
Antes de tener un instrumento en mis manos y practicar en él, aprendí la música a partir de la tradición oral y sus expresiones culturales. Éstas se transmiten de generación en generación, de padres a hijos y de forma comunitaria en cada acto de la vida cotidiana ayuujk. De forma permanente se difunden conocimientos y experiencias a las nuevas generaciones, esto conserva y a la vez trasforma nuestra identidad, cultura y memoria colectiva.
Los saberes son parte del patrimonio inmaterial de una comunidad y se manifiestan a través de adivinanzas, canciones y narraciones tradicionales; los ayuujk describimos nuestra historia, costumbres y reglas sociales.
Mis padres se comunican en ayuujk, el idioma predominante en mi comunidad, aunque también hay otras variantes regionales. Ellos me enseñaron que la palabra se honra y desde muy pequeño me hicieron notar que en la comunidad hay personas adultas con experiencias de vida trascendente que tienen incidencia en las nuevas generaciones. En el tiempo de mis abuelos, y aun en el de mis padres, se les conocía como integrantes del Concejo de Ancianos, ahora nos referimos a ellos como Los Principalesy están dotados de gran elocuencia.
Abuelas y abuelos cuentan con la capacidad de elegir el contenido de sus discursos con tacto y sabiduría, son los que saben hacer música con la palabra, conmueven y provocan reflexión profunda con sus exposiciones. Su equivalente en una banda filarmónica sería el papel del director.
Oralidad
Los ayuujk jää’y, la gente de la lengua del bosque, nos expresamos con todos los sentidos, tacto, olfato, gusto y con agudeza desarrollamos calidad auditiva y visual. Hay gran valor en el ejercicio de la palabra, nuestro lenguaje cotidiano tiene ritmo, cadencia, inflexiones cargadas de gran musicalidad, contenidos filosóficos y espirituales profundos que se acompañan con expresiones no verbales y gesticulaciones extremadamente ricas en su elaboración.
En el entorno comunitario, aprendí, de forma oral y con base en los procesos pedagógicos ayuujk conocidos como «wejën kajën», que significa despertar o desenredar el conocimiento. Para nosotros saber o conocer no es estático, ni acumulativo, es un proceso en espiral que siempre está en movimiento, diariamente reelaboramos ideas y conceptos, lo mismo experiencias sencillas que pensamientos complejos, escuchamos, ejecutamos, probamos la factibilidad y validez de esos saberes y todo el tiempo seguimos edificándolos, adecuándolos a nuestra realidad. Desde mi labor musical esto es equivalente a desarrollar la capacidad de identificar la sonoridad y la musicalidad ayuujk que se practica en un espacio geográfico determinado, pues la sonoridad no es la misma en otras comunidades como Ayutla, Totontepec o Tamazulápam.
Sonoridad ayuujk y comunidad
Mi pueblo está ubicado en un espacio amplio y montañoso, ahí es habitual que se presenten bandas filarmónicas, tanto locales como de comunidades vecinas. Hay una práctica musical ampliamente extendida, una convivencia permanente entre músicos locales y de otros pueblos mixes, así como de otras culturas: zapotecos, mixtecos, chinantecos, por citar ejemplos. Se ha desarrollado un público cautivo que abarca todas las edades, a diferencia de espacios urbanos donde los eventos de la música de orquesta o de bandas filarmónicas se convierten en espacios para la élite, en Tlahuitoltepec se generan conciertos gratuitos para la gente de la comunidad a los que llamamos audiciones, es un orgullo para las familias que sus hijas o hijos sean músicos de estas agrupaciones.
Tenemos un repertorio amplio de sones y jarabes, composiciones históricas locales que se retroalimentan con piezas de jóvenes compositores. Nuestra cadencia es pausada, asentada, el sonido es amplio y majestuoso. La música está presente en todos los aspectos de nuestra vida y en todo tipo de eventos: religiosos, comunitarios, familiares, por ejemplo, en celebraciones de los santos patronales, calendas y fiestas.
Eso marca la diferencia con otras comunidades que también ejecutan música y repertorios propios. En otros espacios, la música se desempeña en tonalidades muy altas, con muchos agudos y de manera veloz, a diferencia del carácter de la música tradicional ayuujk de vientos que es robusto y pausado.
Ahora que está de moda la banda grupera, es complejo, pero a la vez necesario trasmitir y dotar a los músicos, mujeres y hombres jóvenes de la comunidad, de elementos y herramientas prácticas para que conozcan y elijan su sonoridad, para que esta elección sea un acto consciente y no un suceso inadvertido o casual. En mi caso, me mantengo atento y los saberes identitarios que practico diariamente permanecen, se renuevan, contrastan y se fortalecen a través de la interacción con los otros, en la diversidad de espacios geográficos, culturales, sonoros y musicales donde participo. Mi eje personal es experimentar, explorar, divertirme sin dejar de lado mi sonoridad ayuujk: no perder la esencia.
Para los ayuujk jää’y la música está presente en todos los momentos de la vida, desde el nacimiento hasta que partimos de este mundo y está vinculada de forma integral, total, natural y común a hacer la vida. La música está ligada al territorio, a nuestras labores de sustento, a nuestra espiritualidad y por supuesto al goce, a la fiesta, al baile, al regocijo.
La función social de la música es cohesionar la comunidad y desde el interior de las bandas filarmónicas se socializa, se comparte y practica el conocimiento musical de manera intergeneracional.
Ser músico
Mis abuelos y mi padre fueron músicos tradicionales de cuerda, su praxis fue oral. En su época, las composiciones eran comunitarias y no destacaba una persona en especial como autor. Ellos interpretaron los sones y jarabes mixes en el pueblo y en otras comunidades vecinas, amenizaban eventos sociales. Los protocolos locales son complejos, por ejemplo, para pedir la mano de la novia se acostumbra visitar al menos en tres ocasiones a la familia de la novia, en la tercera visita se lleva música de cuerda y se baila; ese día se fija la fecha de la fiesta. También se toca música el día de la boda, particularmente de cuerdas.
Somos nueve hermanos, los dos mayores son músicos y se dedican de manera profesional a la formación de nuevos músicos en escuelas para niños en otras comunidades indígenas en el estado de Oaxaca. Ellos fueron mi inspiración, en su generación relacionaban la tradición oral y la escrita sin menoscabo de ninguna.
Soy un músico ayuujk migrante, radico en la Ciudad de México desde hace diecinueve años. Ahora, después de todo ese tiempo me sé cosmopolita, habito una ciudad culturalmente centralista y disfruto de una oferta cultural amplia de dónde abrevo y me nutro; pero atesoro mi cultura, lengua e identidad sonora mixe. Mi hijo también es músico, ejecuta la trompeta, la guitarra y pronto le tocará elegir su propio camino. Espero que elija lo que mas le guste hacer, para que sea un ser humano pleno y dichoso.
Las prácticas cotidianas se han transformado y actualmente en espacios urbanos locales e internacionales aparecen figuras sociales reconocidas, tenemos los roles del director de orquesta, el compositor y el ejecutante solista, sin embargo la música sigue siendo comunitaria en su ejercicio y función.
Aprendizaje musical comunitario
A la escuela de música no formal la llamamos Xuxäjktääjk donde se cimenta la Escoleta Municipal o la Escuela Municipal Mixe que brinda educación comunitaria.
Con apenas doce años, yo mismo me inscribí en el Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe o también conocido como CECAM, una escuela comunitaria que desarrolla la educación comunitaria formal. Estuve ahí hasta los catorce años, en ese lugar comencé a entonar, a solfear y a conocer mi instrumento: la trompeta.
Ingresé a la Banda Sinfónica de Tlahuitoltepec mixe gracias a la invitación del trompetista Héctor Tomás Jiménez, quien en 2019 fundó la primera Academia de Trompeta en la Ciudad de Oaxaca, actualmente se dedica a la música sinfónica. Esta recomendación fue un momento trascendental para mí. El repertorio de la banda abarcaba sones y jarabes mixes, música de concierto de autores internacionales del genero clásico como Beethoven, Mozart, Tchaikovsky, Verdi y Rossini, entre otros.
En esta agrupación estuve entre 1994 y 2004, y los músicos con los que coincidí se profesionalizaron en diferentes disciplinas musicales: instrumentistas solistas, compositores, maestros en educación musical y especialistas en cuidado y reparación de instrumentos. Estas mujeres y hombres han representado una nueva forma del quehacer musical para nuestra comunidad y para las futuras generaciones, migramos para ser profesionales en nuestra ejecución, en el desempeño y para plantear proyectos.
En los últimos diez años, el perfeccionamiento en la ejecución y conocimiento del instrumento, el reconocimiento profesional y la búsqueda de ingresos económicos han dado como resultado proyectos innovadores en el territorio ayuujk que han cruzado fronteras llevando nuestras expresiones locales a otras latitudes. Por ejemplo la Banda Regional Mixe, la Banda Femenil Ka’ux, la Banda Femenil Regional “Mujeres del Viento Florido”, Kujipy, y Los Pream; además, por mi parte fundé: Kamaapyë Brass, Los Mezcaleros de la Sierra en colaboración con Jorge Verdín del proyecto Clorofila, Kalok iiy «Canto del Guajolotito» y Kumantuk Xuxpë.
Práctica musical
Al llegar a la Ciudad de México me encontré con mis paisanos del mismo pueblo y de otras comunidades ayuujk en Chimalhuacán, Estado de México. Participé con la Banda Rey Condoy Mixe del maestro Faustino Vázquez Jiménez con quien hasta hoy conservo una buena relación. Esta banda protagoniza el documental Sones mixes en la Ciudad,su realizador es Yovegami Ascona Mora, premiado en 2012 en el Primer Concurso Nacional de Documental y Cortometraje para Jóvenes “Miradas sin tiempo”.
Motivado por todo este palpitar musical y artístico, impulsé con mayor atención mi carrera musical como solista y en proyectos colectivos y comunitarios.
En 2008 formé elquinteto de metalesKamaapyë Brass, nombre que hace alusión al mito que describe a los mixes como los jamás conquistados y está dedicado a la música tradicional mixe en formato de música de cámara.
Kalok iiy surge en 2010 y ha tenido varios momentos de experimentación, fusión y diversas alineaciones. La traducción al español del nombre mixe sería “Canto del guajolotito”, porque los guajolotes pequeños andan en parvada, les gusta andar juntos y cuando tienen hambre o están lejos cantan o lloran, cuando llegué a la ciudad, lejos de mi familia y comunidad, lejos de mi parvada, también lloré y canté como guajolotito. Esta agrupación provoca la fiesta, el baile, la algarabía. Muestra de ello fue la Clausura de la V Fiesta de las Culturas Indígenas, Pueblos y Barrios Originarios de la Ciudad de México en 2018, donde pusimos a bailar con nuestros sones a todos los asistentes.
En 2014 conocí a Roi Martínez, productor y DJ. De nuestra amistad y convivencia creativa surgió Kumantuk Xuxpë «De la tradición oral ayuujk / mixe a la música electrónica», un colectivo artístico que suma oralidad (tradición y narración) mediante la voz en off de mi papá, Baltazar García González, y de otros testimonios de hablantes de la región, con instrumentos orgánicos, trompeta y la guitarra electroacústica de Ghalo Mexía. En 2014, cuando encontré en la Ciudad a Roi Martínez, sentí amor a primera escucha, escucha a primer oído, amor a primera vista… lo que quiero decir, es que surgió entre nosotros una manera de comunicación auditiva. Luego de saludarnos comenzamos a tocar, a crear e improvisar. Desde ese momento no hemos parado. Al proyecto se ha sumado el artista gráfico ayuujk Gilberto Kupyum, el videojockey Sietece Fernando Hernández y Luis Balbuena Gómez, narrador en lengua ayuujk y español, así como Norman Maldonado, Daniel Ben y Aleída Betanzos con participaciones especiales.
He tenido muchas experiencias e invitaciones a diversos proyectos, como Clorofila y Los Mezcaleros de la Sierra —yo reuní a los músicos y el nombre se lo debemos a Jorge Verdín—, Quinteto Poj Xujx y otros más, eso ha permitido gran variedad de experimentaciones sonoras, la más reciente con el artista plástico afroamericano Rashid Johnson, para el que ejecuté música en vivo dentro de su obra “The Crisis” que formó parte de la exposición Los Senderistas, en el Museo Rufino Tamayo.
En 2019 tuve el honor de participar como director musical en la Banda Filarmónica Nación Ayuujk, fundada de forma independiente por jóvenes músicos migrantes de Tlahuitoltepec asentados en la Ciudad de México.
Ser alguien…
A los dieciocho años dejé mi casa familiar y me fui a la ciudad de Oaxaca para estudiar la licenciatura en psicología, tenía el afán de obtener un título universitario y «ser alguien», frase recurrente en mi entorno familiar. Dejé trunca esa carrera porque lo que realmente me interesa, me conmueve y me ocupa es la música. Los meses que viví en esa ciudad fueron duros porque en las noches trabajaba y estudiaba de día, me dirigía de la escuela al trabajo y al terminar a la casa donde me hospedaba, primer espacio en el que las diferencias culturales se hicieron notorias y quedaron frontalmente expuestas, extrañaba mi familia y mis amigos. Me enfrenté a hábitos, formas de convivencia y comunicación muy distintos a los que yo conocía; por esos días, aunque hablaba español, estaba habituado a expresarme en ayuujk, idioma que se vio desplazado. Los espacios urbanos reclaman un bagaje cultural amplio para ser aceptado e incluido en ellos, en los espacios académicos es realmente marcada la exigencia de integrarte desde estos parámetros que se consideran universales, pero que sin duda también son singulares y locales.
Cuando dejé la carrera, volví a mi pueblo a recoger algunas cosas. Una vez más Héctor Tomás Jiménez me hizo una propuesta determinante que sería el principio de mi educación académica como instrumentista en trompeta: estudiar en la Escuela Municipal de Bellas Artes del puerto de Veracruz. Durante dos años fue el espacio de perfeccionamiento de mi ejecución musical. Ahí tuve la oportunidad de conocer, disfrutar e interpretar música popular como la salsa y el son cubano, lo que me permitió aprender otras sonoridades y conocer formas de interpretación de otros géneros.
La Escuela Municipal de Bellas Artes proporcionó una beca completa a un grupo de seis jóvenes mixes de Santa María Tlahuitoltepec Mixe, yo era uno de ellos. Eso fue un apoyo enorme, sin embargo, nos hizo conocer una brecha económica y cultural, porque el apoyo no era suficiente para cubrir los gastos cotidianos, así que buscamos trabajo. Encontramos empleo en agrupaciones dedicadas a tocar en fiestas y eventos populares; por un lado esto contrariaba las reglas no escritas de la academia; pero por otro lado, fue nuestra opción para mantenernos y solventar gastos al no contar con apoyo económico de nuestras familias. A la larga, esta situación generó que saliéramos de la escuela sin graduarnos, evidenciando una falta de sensibilidad a la condición económica del alumnado rural e indígena y un desconocimiento a nuestras formas de resolver las necesidades que nos apremiaban.
Este cierre de un primer ciclo académico me generó la inquietud de seguir capacitándome, ahora en Ciudad de México. Llegué a la Escuela Superior de Música, luego fui a la Escuela de Música «Vida y Movimiento» Ollin Yoliztli mientras alternaba como oyente en el Conservatorio Nacional de Música. Finalmente me inscribí a la Escuela Nacional de Música, ahora Facultad de Música de la UNAM, donde en 2001 me decidí por el corno francés. Fue una excelente decisión, ya que actualmente vivo de esta práctica y es la plataforma de los proyectos que mantengo de forma independiente.
Método propio
Transcurrieron aproximadamente cinco años en este ir y venir; en 2012 decidí dejar los espacios académicos y busqué mi propia ruta de perfeccionamiento y ejecución. Desarrollé una disciplina y un método propio basado en la respiración, enfocado a la musicalidad e identidad sonora personal.
Durante todo este tiempo en el que aprendí repertorios nuevos y me encanté con la música de cámara, surgió mi interés por formar parte de una orquesta sinfónica. ¡Lo logré!, soy atrilista y disfruto interpretar repertorios clásicos, contemporáneos, estándares de jazz, música mexicana, grandes obras para el cine, etcétera.
Hay opiniones variadas sobre el desempeño de las orquestas sinfónicas en México, yo disfruto la diversidad, los retos de aprenderme nuevas piezas y la pluralidad de géneros musicales, ya sean orales o escritos, pero sin perder mi identidad sonora ayuujk.
En estos espacios de concierto he descubierto lo importante que es dirigirse al público y salir a su encuentro. Por ejemplo, en 2018 realizamos una gira por muchas ciudades de la República Mexicana con la orquesta, para mi sorpresa en algunas presentaciones la gente emocionada agradecía y valoraba nuestra participación porque nunca habían tenido esa experiencia; ahí encontré vívidamente el discurso de socializar la cultura, que para mí implica renunciar a que sea una actividad de elite y hacerla accesible a todo tipo de escuchas.
Luego de veintiocho años de praxis musical y gracias a esta gira de conciertos, en especifico a una sesión que se realizó en el Teatro Macedonio Alcalá, el recinto más importante de la ciudad de Oaxaca, mis papás finalmente pudieron disfrutar, observar y conocer mi labor artística, esa que me mantiene fuera de mi comunidad.
Praxis: resistencia y transformación
Tan válido es concebir o pensar el mundo desde la tradición oral como desde la cultura escrita. Es verdad que puedes conocer el mundo y el pensamiento a través de los libros, pero también se conoce el mundo a través de la tradición oral y de las formas de práctica del pensamiento o pedagogías como la wejën kajën.
La música es mi forma de habitar el mundo, de conocer otras culturas, de conciliarme con los aspectos amargos de la migración —como notar el desdén que puede causar el portar huaraches, el hablar mi lengua o mi apariencia física—, de darle batalla a la nostalgia por mi pueblo, por mi familia y mis costumbres. La música es mi forma de hacer frente al racismo y a la discriminación que aparece frontal o sutil, pero siempre cruel y ante la cual me planto con tenacidad en cada lugar donde me hago presente con y para la música.
Entonces para mí, la música es un viaje permanente. Me decidí a ser independiente, a practicar la libertad musical y, con el paso de los días, a desarrollarme también como artista independiente, creando, sonorizando, interpretando, conversando, exponiendo en variedad de escenas mi labor y mi cultura. Incluso, en estos días, ya me decidí a cantar, práctica nueva para mis quehaceres.
En el transcurso del tiempo, he desarrollado una autonomía creativa multi-escénica que me mantiene explorando, experimentando, en plenitud. Para que no se pierda mi lengua y mi cultura, donde quiera que estoy realizo prácticas cotidianas con ellas; me he vuelto un promotor intercultural y tengo un emprendimiento que se llama Kalok iiy Cultural desde el que organizo eventos o participo en espacios comunitarios llevando mi cultura. Desde el contexto cultural mixe la música y la fiesta cohesionan la comunidad.
Me gusta permanecer activo y por eso participo en proyectos musicales: orquestas sinfónicas y populares, bandas sinfónicas y populares, ensambles, colaboraciones, musicalización para cine, video, documentales y experimentación sonora.
Éste es el mejor momento para crear, respirar y vivir; para generar encuentros interculturales y hacer que el hecho de migrar sea sólo un transitar y no un desgarramiento.
Conclusiones
Desde que salí de mi pueblo comprendí la necesidad de aprender y legitimarme como músico. El paso del tiempo y el ir y venir —de mi pueblo, de diversas ciudades y de países—, me han permitido reflexionar sobre el hecho de que estoy en un tránsito continuo. Mi meta actual es regresar a vivir a mi comunidad y realizar proyectos culturales desde ahí, con y para mi gente.
Hijos,
aprendan el trabajo, despiértense, desenvuélvanse.
No se equivoquen con la gente.
Si alguien se equivoca con ustedes, ¡defiéndanse!
Ustedes son gente ayuujk, no se avergüencen de ello, porque no es criticable.
La superficie de la tierra es de ustedes; ¡defiéndanla!
No la entreguen, de ella vivimos.
Caminen con un sólo pensamiento.
No se hagan pasar por gente de viruela.
Hablen siempre su idioma para que no se desconozcan.
No se avergüencen de la manera de pararse y sentarse;
ni de la vida de los ancianos.
Respeten a los ancianos
y también ustedes verán y encontrarán la vida.*
*Texto escrito originalmente en lengua ayuujk, plasmado en el mural de uno de los edificios comunales de la cabecera municipal de Santa María Tlahuitoltepec Mixe, Oaxaca, México.
Benjamín García González
kumantukxuxpe@gmail.com